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En el libro de Apocalipsis, capítulo 17, descubrimos aún más claves en cuanto a la identidad de la "gran ramera" de la profecía bíblica. Pero además de esto, hay en este capítulo un gran paralelo relativo a la palabra "misterio" que hay que considerar porque es algo que explicará el origen de la Mariología (cuerpo de creencias, doctrinas y opiniones concernientes a la Virgen María) y cómo se infiltró dentro de la Iglesia Cristiana. Los primeros seis versículos del capítulo rezan así: "Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas y habló conmigo, diciendo: 'Ven acá y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas. Con ella han fornicado los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación. Me llevó en el Espíritu al desierto, y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, adornada de oro, piedras preciosas y perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación. En su frente tenía un nombre escrito, un misterio: 'BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA'. Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos y de la sangre de los mártires de Jesús".
El hombre se dedico por años a investigar la conexión que pudiera haber entre la Babilonia antigua y el sistema de culto papal. He aquí lo que escribió: "El gigantesco sistema de corrupción moral e idolatría descrito en este pasaje bajo el símbolo de una mujer que 'tenía en la mano un cáliz de oro' (Apoc. 17:4) y da a beber a los habitantes de la tierra 'el vino de su fornicación' (Apoc. 17:2; 18:3) es llamado por Dios 'UN MISTERIO: BABILONIA LA GRANDE' (Apoc. 17:5). Ninguna persona de mente abierta que haya cuidadosamente investigado este tema puede dudar que el equivalente del 'Misterio de Iniquidad' descrito por Pablo en 2 Tesalonicenses 2:7 es la Iglesia de Roma... En vista de que el sistema descrito aquí está de igual manera caracterizado por el nombre de 'Misterio', podemos dar por sentado que ambos pasajes se refieren al mismo sistema. Pero el lenguaje que se le aplica a la Babilonia del Nuevo Testamento, algo de lo cual se dará plena cuenta el lector, naturalmente nos remonta a la Babilonia antigua. La mujer apocalíptica tiene en su mano un cáliz con el cual embriaga a los habitantes de la tierra, y lo mismo pasaba con la antigua Babilonia. Estando en todo su apogeo, aquella Babilonia de antaño escuchó por medio del profeta Jeremías las palabras divinas que anunciaban su ruina: 'Una copa de oro que embriagó toda la tierra fue Babilonia en la mano de Jehová. De su vino bebieron los pueblos; se aturdieron las naciones' (Jer. 51:7). ¿Y por qué se emplea un lenguaje idéntico respecto a los dos sistemas? La deducción más lógica seguramente es que la relación entre ambos es que uno es el tipo y el otro el antitipo. Ahora bien, así como la Babilonia del Apocalipsis (Apoc. 17:5) está caracterizada con el nombre de 'Misterio', el rasgo característico del antiguo sistema babilónico eran los 'Misterios' caldeos [prácticas religiosas secretas] que formaban parte integral de ese sistema [que incluía ritos y culto de ciertos dioses y diosas]. Y es a estos misterios que se refieren claramente, aunque por supuesto en sentido figurado, las palabras del profeta hebreo al declarar que Babilonia era 'una copa de oro'. El consumo de 'bebidas misteriosas'...era indispensable para aquellos que se iniciaban en estos Misterios. Estas 'bebidas misteriosas' se componían de 'vino, miel de abeja, agua, y harina de trigo' (The Two Babylons, pp. 4, 5). Eran por naturaleza intoxicantes y, de la misma manera el "Misterio de iniquidad", en un sentido espiritual, hace que los habitantes de la tierra se embriaguen con 'el vino de su fornicación [sus doctrinas embriagantes y misteriosas]'.
"Hay vestigios de Los Misterios caldeos hasta los tiempos de Semiramis...la hermosa pero abandonada reina de Babilonia...la gran 'Madre' de los dioses...la Madre de toda inmundicia..[la cual] elevó la misma ciudad donde tenía su trono... al nivel de gran sede... de la idolatría y de la prostitución consagrada. De esa manera llegó a ser esta reina caldea el prototipo de la 'Mujer' de Apocalipsis que lleva un cáliz de oro en la mano y en su frente el nombre escrito, 'Misterio: Babilonia la Grande, Madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra'. La figura apocalíptica de la Ramera que lleva un cáliz en la mano estaba incorporada hasta en los símbolos idolátricos que provenían de la antigua Babilonia según se podía ver en las exhibiciones de los mismos en Grecia... y es extraordinario que en nuestros propios días, evidentemente por primera vez, la Iglesia Romana ha adoptado esta misma figura como emblema preferido. En 1825... el Papa León XII acuñó una medalla con la estampa de su propia imagen por un lado y la de una 'Mujer' con una cruz en su mano izquierda y un cáliz en la derecha por el otro y grabadas a su alrededor las palabras 'Sedet super universum', que quieren decir 'El mundo entero es su sede'.
"...por lo tanto, era preciso que la idolatría, particularmente la abominable idolatría de un sistema tal como el de Babilonia...fuera introducida sigilosa y furtivamente... Los sacerdotes eran los únicos depositarios del conocimiento religioso; sólo ellos eran los herederos de la verdadera tradición por medio de la cual se podían descifrar los escritos y símbolos de la religión pública y fuera de una sumisión ciega y absoluta ante ellos, lo que era necesario para salvación no podía saberse. ¡Compárese esto con la historia del papado, y con su espíritu y modus operandi de siempre, y se verá que la relación es exacta! ¿Tuvo su origen este corrupto sistema de 'Misterios' babilónicos en la época ilustrada de los patriarcas? Por el contrario, fue en un tiempo de aún más conocimiento que aquél en que este impío y antibíblico sistema tuvo su comienzo y se desarrolló plenamente dentro de la Iglesia de Roma. Comenzó en la misma era apostólica cuando afloraba la primitiva Iglesia, cuando se veían por todos lados los efectos del Día de Pentecostés y los mártires sellaban su testimonio con su propia sangre. Aun en aquellos días el Espíritu de Dios claramente declaró lo siguiente mediante el apóstol San Pablo: 'Ya está en acción el misterio de la iniquidad' (2 Tes. 2:7). Aquel sistema de iniquidad... a su debido tiempo se manifestaría imponentemente y perduraría hasta que el Señor lo mate 'con el espíritu de su boca' y lo destruya 'con el resplandor de su venida' (vers. . Pero al principio se introdujo en la Iglesia sigilosamente 'con todo engaño de iniquidad'. Obró 'con engaño' y fingimiento, apartando a la humanidad de la sencillez de la verdad tal como es en Jesús. Y lo hizo secretamente, de la misma manera en que la idolatría fue introducida en los antiguos Misterios de Babilonia; no era ni seguro ni prudente hacerlo de otra manera. La Iglesia, aunque desprovista de autoridad civil, hubiera despertado y con celo hubiera excluido de sus límites al falso sistema junto con todos sus instigadores. Si se hubiese manifestado abiertamente de una vez en toda su crudeza, no hubiera prosperado. Por lo tanto, se introdujo furtiva y paulatinamente, abominación tras abominación, avanzando así la apostasía. La Iglesia apóstata estaba dispuesta a tolerarlo y, por consiguiente, el sistema cobró auge y al fin se convirtió en el sistema colosal que conocemos hoy como el papado.
"...Astutamente y paso a paso Roma echó el cimiento de su sistema sacerdotal sobre el cual más adelante edificaría su vasta superestructura. Desde sus comienzos este sistema llevó sobre sí la marca de 'Misterio'...El poder del clero dentro del sacerdocio romano culminó en el establecimiento del confesionario. La idea misma del confesionario tuvo su origen en Babilonia...La orden bíblica respecto a la confesión es, 'Confesaos vuestras ofensas unos a otros' (Santiago 5:16), lo cual implica que el sacerdote debe confesarse con el pueblo y el pueblo con el sacerdote, dado el caso que hayan pecado uno contra otro...Roma abandonó la Palabra de Dios y recurrió al sistema babilónico. Hoy día toda persona se confiesa con el cura sola y en secreto [bajo pena de condenación]. El cura confesor funciona en el nombre de Dios creyéndose estar revestido de autoridad divina para examinar la conciencia del penitente, juzgarlo, y absolverlo o condenarlo arbitrariamente según su voluntad...En la Iglesia de Roma, si la persona no se ha confesado, no se le permite participar de los Sacramentos así como en los días del antiguo paganismo nadie podía tomar parte en las celebraciones de los Misterios sin haber hecho una confesión adecuada...La confesión, pues, es el gran eje sobre el cual gira todo el 'Misterio de la Iniquidad' que encierra el papado, el cual cumple admirablemente el propósito de hacer esclavos del clero a todos aquellos que en todo lugar se someten a él" (The Two Babylons, pp. 5-11). [No en balde les dijo la falsa Virgen María a los visionarios que la vieron en Medjugorje lo siguiente: "¡Se debe invitar a la gente a que se confiese una vez al mes...la confesión mensual será un remedio para la Iglesia de Occidente. Se debe transmitir este mensaje al Occidente" (El Trueno de la Justicia, p. 205)].
"Conforme al principio del cual se derivó la idea del confesionario, la Iglesia, o más bien el clero, pretendió ser el único depositario de la verdadera fe cristiana. Así como se creía que únicamente los sacerdotes caldeos poseían la clave del entendimiento de la mitología babilónica que les había sido transmitida desde los tiempos más remotos, los sacerdotes de Roma se establecieron ellos mismos como los únicos intérpretes de las Escrituras... Por lo tanto, exigían que se tuviera una fe absoluta en sus dogmas. Toda la humanidad estaba obligada a creer lo mismo que la Iglesia, mientras ésta podía entonces darle la forma que quisiera a su fe... En todo sentido, pues, podemos ver cuán apropiado es el nombre que Roma lleva escrito en su frente, 'Misterio: Babilonia la Grande'"
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